Me desperté temprano, los monjes tenemos ese hábito. Después de todo, si madrugas eres capaz de realizar mucho más, me decían mis superiores, es más si madrugas Dios te ayuda. Y yo pensaba cómo me va ayudar Dios si me hace madrugar… ¿qué clase de Dios me va a castigar con esto?. Pero bueno, siempre he sido remolón y un poco vago, para qué nos vamos a engañar…
En fin, de una u otra forma tenía que madrugar, así pues, cuando el gallo cantaba yo me levantaba y rápidamente me ponía a mis quehaceres.
Era el último en llegar y el más joven y en cierta forma para que engañarnos el más tonto así que tenía que hacer todo lo que los demás no querían…. yo limpiaba las cochiqueras, yo iba a por agua, yo me encargaba de aquellos monjes indisciplinados a los que había que ir a regañar, a traer de las orejas hasta los superiores para que les echasen la bronca. Yo tenía que bajar al pueblo a por los recados, yo tenía que negociar siempre un buen precio para todos aquellos que querían estafarnos ofreciéndonos productos que no valían nada a precio de oro.
Yo, yo, yo… estaba cansado. Buscando un refugio, buscando serenidad. buscando escaquearme del trabajo para qué vamos a engañarnos me fui a la biblioteca. Pensé ¿aunque no entienda nada de latín qué más da? me acercaré a algún monje que duerma y yo haré lo mismo, dormir, camuflarme bajo la apariencia de estudiar.
Así pues, eso decidí hacer, decidí camuflarme en una de las últimas hileras de la biblioteca y discretamente me senté junto a un monje anciano que parecía garabatear algo en el pergamino. Yo no entendía lo que garateaba, pero me daba igual, yo solo quería dormitar.
El caso es que al cabo de un rato la inquietud, la curiosidad y por qué no, por qué no, cierto interés se despertó en mí y empecé a hojear por encima del hombro toda la sucesión de palabras, creo que en latín, que no entendía. ¿Qué estará escribiendo? me preguntaba,¿ qué puede llevar tanto tiempo escribir con lo sencillo que es todo? pensaba yo. Estará escribiendo grandes palabras de sabiduría. Quizá, quizá, sean las obras completas de algún gran filósofo o algún teólogo de alguna lejana tierra. Quizás, pero el caso es que no entendía nada. Quizá pillaba al vuelo alguna pequeña palabra en latín, pero nada en realidad.
Así pues, ya demasiado inquieto como para callar, le pregunté.
– Hermano ¿qué escribes?
El hermano, que en realidad por el carácter parecía más bien un abuelo gruñón, me miró enfadado, hizo un gesto de silencio y volvió a su trabajo. Pero yo era joven y un poco terco y desde luego, con la suficiente energía como para insistir una y mil veces, así pues seguí insistiendo hasta que él, ya harto, me dijo:
– Siéntate aquí y te explicaré lo que hago.
– Bien, le dije. ¿Qué haces?
-Escribo lo que podíamos llamar un compendio de las normas para llevar una vida feliz, para llevar una vida alegre y para casi, casi, llevar una vida santa.
-¿Una vida santa? dije yo. Eso es muy importante.
– Si y no dijo él.
-¿ Y eso?
-Mira, al final lo más importante no es ser santo, aunque tú superiores te digan que si, lo más importante es simplemente ser.
– ¿Simplemente ser? dije yo.
-Claro, simplemente ser.
Eso no tiene ningún sentido, seré triste, seré feliz, seré santo, bueno eso lo veo difícil, pero algo seré.
-No, dijo él. Al final, el verdadero secreto de la existencia radica precisamente en eso, en ser. Después tú pones un montón de adjetivos, pero esos adjetivos desvirtúan el camino.
Lo verdaderamente importante es respirar, lo realmente importante es jugar, lo importante es leer, lo verdaderamente importante es todo aquello que estás haciendo ahora y las reglas y los principios y los adjetivos que ponemos después del ser en realidad no son nada, no son nada. No, qué van a ser, al final, no son más que elucubraciones mentales, no son más que teorías que una y otra vez se superan por teorías más modernas que, en realidad, tampoco nos llevan a nada.
Da igual como lo quieras interpretar, al final lo verdaderamente importante, el verdadero manual que necesitas para guiar tu vida, es simplemente ser.
Después puedes poner todos los adjetivos que tú quieras, no valen nada. Tú eres santo, quizás en otras civilizaciones serás un pecador y la gente oirá tu nombre y lo aborrecerá. Eres feliz, quizá o quizás no, quizás te falta aquello que en teoría es necesario para ser feliz o quizá lo suplas tú con amor o quizás no… eso solo lo sabes tú y en realidad no se puede extrapolar a los que te rodean. Si te das cuenta, creemos saber muchas cosas, ponemos muchos adjetivos a todo lo que somos y al final el núcleo siempre es lo mismo, ser.
Y hoy soy feliz, soy triste y mañana soy de otra manera. Pero eso es lo importante, ser, ser en el presente.
-¿En el presente?
– Claro, en el presente. Al final es muy sencillo, soy en el presente. El presente es lo único que tengo, todos los adjetivos son falsos, perecederos, hoy sirven y mañana no. Son en realidad intrascendentes, no tienen un valor verdadero. Sin embargo, el presente si tiene valor, el presente, de hecho, es lo único realmente valioso… soy en el presente.
Ese es el único Manual que necesitas en tu camino, el único manual auténtico y verdadero que te va a valer siempre. Este manual que estoy copiando en realidad no son más que palabras enrevesadas para no decir nada. Son teorías que se superarán con el tiempo, que cambiarán según las civilizaciones, que las distintas culturas apreciarán o aborrecerán, pero teorías que no llevan a ningún sitio. Al final, ser en el presente, unas palabras sencillas al menos en teoría y que son todo el Manual que necesitas.
– Ya, pero ser en el presente… ¿ qué objetivo tiene eso? se tiene que tener un objetivo para ser feliz, para ser rico, para ser poderoso, para ser un general de un ejército o para ser incluso un rey.
-No, simplemente ser. El objetivo, como los adjetivos en realidad, no vale para nada. Tú pones un objetivo y muchas veces no vas a llegar a cumplirlo y cuando lo cumples no es lo que tú querías, es más el camino que te lleva ese objetivo no era el que querías recorrer.
Si en realidad fuésemos más sabios, no nos marcaríamos objetivos ni marcaríamos los caminos tan estrictos. Simplemente aceptaríamos aquello que el universo pone en nuestras manos, si simplemente doy libertad al universo para que deposite en mis manos los tesoros, los conocimientos, los sufrimientos o los placeres, que tengo que vivir y lo único que hago es vivirlo, me anclo en el presente, los vivo, lo saboreo, los disfruto, los acepto y los agradezco. No estoy todo el día cavilando en hacia dónde me lleva esto, en qué me voy a convertir, qué ganancias obtendré y todos los miedos que también vas a tener… ¿enfermaré?¿ moriré?¿ sufriré persecución? ¿fracasará mi negocio?
¿ Qué mejor Manual vas a escribir para una vida llena que vivir en el presente?¿ que ser en el presente?
El futuro no existe. Da igual cómo lo quieres describir, da igual los adjetivos que le pongas a ese seré. Ese, ese, futuro no existe y el pasado… el pasado ya no está, el pasado por mucho que lo imagines de nuevo, por mucho que intentes revisitarlo o incluso cambiarlo, no vas a poder modificarlo. Lo único que puedes hacer es arrancar hojas de un libro, pero modificar tu pasado nunca puedes hacerlo. Lo reinterpretarás, lo comprenderás de otra manera, quizá algún día aceptes aquello que en su momento te pareció inaceptable, quizá llegues a valorar aquello que perdiste por no valorar pero nunca podrás llegar a cambiar nada.
Simplemente ser en el presente es todo el manual que vas a necesitar en esta vida, pequeño alumno. Ser en el presente.
– Pero yo quiero ser ser cardenal .
Yo quiero ser poderoso e importante.
-¿ Y qué?¿ y qué más da lo que tú quieras?¿ quieres ser cardenal? bien está ¿quieres ser obispo? bien está ¿quieres ser Papa? bien está. No te conduce a nada. Si no está en tu camino ser todas esas cosas nunca llegarás a serlo así pues te frustrarás, es más, intentaras obligar al universo a que tu camino se dirija hacia eso; a ser obispo cardenal, papa… ¿no sería mejor simplemente centrarte en el presente y abrir los brazos y que sea el universo, que sea el universo, quien decida lo que realmente vas a ser?
-Pero ¿y si el universo me odia¿ y si no me quiere o me quiere castigar No me fío mucho yo de ese concepto tuyo del universo. Nos han dicho que Dios es cruel, que nos castiga, que nos juzga, que es severo. ¿Voy a poner en sus manos mi destino?¿ no será mejor construir yo mi propio destino?
-¿ Y cómo vas a construirlo? conteste ¿con qué ladrillos? ¿con tu fuerza de voluntad? una fuerza de voluntad que se quebrara ante la enfermedad, ante la hambruna, ante la guerra ¿con tus ideas y proyectos que no llegan a nada?¿ con tus deseos? tus deseos que tampoco llegan a nada¿ Que ladrillos vas a utilizar para construir esa torre tan poderosa en la que quieres vivir? Tus manos se quebraran por la vejez, la enfermedad astillará tus huesos, tu pelo caerá, tus ojos se nublarán y tu fuerza de voluntad no evitará nada de esto. ¿Qué vas a imponer al universo que no esté en tu camino?¿ que vas a forzar a ese Dios que tú dices ser cruel cuando yo creo que es amor?¿ desde la fuerza de voluntad, desde el deseo o desde la actuación y chantaje?
Nada puedes imponer a aquél que te sobrepasa. Nada puedes imponer a aquél que no comprendes. Nada puedes imponerte a ti mismo porque no te comprendes, porque no comprendes lo que eres verdaderamente. Porque tú verdadero ser no solo es este cuerpo joven y esta mente vacía, es mucho más, y desde este cuerpo joven y esta mente vacía no vas a imponerle nada.
¿No será mejor colaborar, aceptar, agradecer y bendecir? ¿no será mejor fluir con la corriente del río que intentar en vano enfrentarse a ella? ¿no será mejor confiar en que el universo, que Dios, que el Creador, es más sabio, más justo, más amable, más amoroso que tú? ¿No será mejor ser humilde y aceptar que enfrentarse siempre a ese destino al que tanto pareces temer?
-Pero ¿y si no me agrada?
-¿Y qué? Vívelo, si no te agrada vívelo y si lo disfrutas vívelo también y confía, confía, en que cuando acepto el presente abro la puerta a otro futuro. Confía en que la aceptación abre la puerta a un futuro distinto y deja que el pasado se vaya de verdad.
Hablamos de manuales, de manuales para vivir, y el único manual posible es ser en el presente, aceptando agradeciendo y bendiciendo aquello que llega a mi vida. Y no tratando de forjar un camino desde mis caprichos. Tus caprichos, hoy, son ser obispo, ser cardenal, ser Papa. Hace años tus caprichos eran distintos y mañana volverán a cambiar. Quizá mañana te conformes con un plato caliente de sopa, ese será todo tu capricho.
– Bueno dije yo, no sé si eso es verdad. Sí que es verdad que he cambiado, yo antes quería ser otras cosas pero como tuve que entrar aquí, en este en este monasterio, pues he tenido que cambiar.
– Claro, exacto! Has tenido que cambiar. ¿Y no sería mejor haber cambiado sin resistirse, haber cambiado aceptando, haber cambiado fluyendo y no resistiéndote? hubiese sido más fácil para ti cambiar, más fácil aceptar que no resistirte.
– Ya, pero es que yo no quiero estar así siempre.
-Ni hace falta que estés así siempre. La aceptación es en el hoy, como todo. Soy en el presente, acepto en el presente. No vivo en el futuro no acepto en el futuro porque no sé cuál es y porque no lo estoy creando yo. Porque estoy abriéndome a lo que el universo quiera y no tiene por qué ser el futuro que mis miedos están creando, ni el futuro que mis deseos están creando.
Si simplemente me abro, si simplemente vivo, si simplemente agradezco, si simplemente bendigo, ya hago todo, absolutamente todo lo necesario en este camino.
Y sí, entiendo que hoy te resulte difícil aceptarlo. Entiendo que pienses que un verdadero manual de vida tiene que tener un montón de reglas inflexibles, de principios importantes y de consejos de gran valor.
¿Para qué? Al final todo es muy sencillo; vive el hoy no hay nada más. Mañana será lo que tenga que ser. El pasado fue lo que debía ser. ¿Qué más reglas, principios y códigos estrictos voy a decirte que en cierta forma enriquezcan estás simples palabras?¿Qué más puedo aportar a tu camino? dije yo mientras volvía a concentrarme en el trabajo, pues me estaba retrasando este joven discípulo.
Simplemente vivir y ser en el presente. Si, vivir y ser en el presente, todo el secreto de tu vida está en estas palabras. Ser en el presente y no preocuparte tanto por el futuro, ni por tu verdadera naturaleza, ni por todo aquello que te rodea. Simplemente ser y fluyendo llegarás donde tengas que llegar, que probablemente no sea donde tu mente quiera llevarte. Quizás solo quizás, en algún caso coincida, pero habitualmente el camino que tu mente traza y el camino que tú mismo trazaste antes de ser carne, antes de ser hueso, antes de ser músculo, antes de ser sangre y ese corazón tan tozudo que bombea, ese camino de tu alma seguro que no va a coincidir en casi ninguna ocasión con ese camino de tu mente joven, testaruda unos días alegre y otros días triste. Pero confía, confía en que la llama de la esperanza siempre arde y confía en que viviendo el presente todo discurrirá de la mejor manera posible. Y mira, sí voy a darte este último consejo de confianza como en cierta forma un epílogo para estas normas para la vida. Ser en el presente, confiar, agradecer, bendecir y aceptar. No creo joven amigo que pueda enseñarte más, y hoy tengo que seguir trabajando. Mañana, quizá mañana, nos volvamos a ver. En cualquier caso hoy céntrate en lo que eres, un discípulo un poco insolente, un poco tozudo pero noble. Céntrate en eso y olvídate de lo demás. Simplemente ser, ser, en el presente.